Friday, May 28, 2010

Érase una vez el Aljarafe...

Tengo en marcha un proyecto fotográfico llamado "Mi tierra". Se trata de un ensayo sobre la transformación de los paisajes agrarios y urbanos tradicionales en la comarca donde me crié, el Aljarafe sevillano. Carrión de los Céspedes, mi pueblo, forma parte del límite occidental de la comarca, lindando ya con el Condado de Huelva, una comarca de características culturales y paisajísticas muy similares: predominio de los cultivos de secano de la tríada mediterránea (trigo, vid y olivo), red de pueblos bastante tupida con muchos núcleos medianos o pequeños cercanos entre sí, y presencia muy significativa de la mediana y pequeña propiedad agraria. Es decir, una comarca agraria con una personalidad muy distinta de lo habitual en las campiñas de la Baja Andalucía, dominadas por el latifundio y con un poblamiento concentrado en núcleos muy grandes (agrociudades) y bastante más alejados entre sí de lo que ocurre en el Aljarafe.
Cuando yo era niño, los pueblos del Aljarafe, incluso aunque muchos de ellos no contaran con un patrimonio monumental de importancia, como ocurría con Carrión, conservaban intacta la arquitectura popular de casas encaladas y de tejas árabes, hasta el punto de que, según parece (aunque este extremo no lo he podido corroborar), Carrión aparecía en los años 60 en la Guía Michelín como ejemplo de "pueblo blanco" andaluz, lo mismo que hoy se dice, salvando las distancias, de Arcos de la Frontera o de Grazalema. Estos núcleos rurales más o menos pintorescos estaban separados (o unidos, según se vea) por extensiones de "tierra calma" donde se plantaba sobre todo cereal, y por olivares y viñas, además de algunas huertas cercanas a los pueblos y de algunas manchas de dehesas, no muy extensas pero formidables, como las de Lerena o Espechilla, que fueron testigos de nuestras exploraciones infantiles y de algún que otro encuentro fortuito con ganado bravío o que a nosotros nos pareció bravío...

La orografía de la zona, con abundancia de suaves colinas de origen fluvial, propiciaba la formación de numerosos rincones verdaderamente bucólicos, con ejemplos deliciosos de paisajes mediterráneos humanizados: paisajes amables, en absoluto agrestes, domados desde hace siglos por la acción humana, y que podían ser transitados sin mayores riesgos ni problemas.
Con el tránsito del siglo XX al XXI, sin embargo, el crecimiento urbano de Sevilla cruzó el río y empezó a devorar los pueblos más orientales del Aljarafe (Castilleja de la Cuesta, Camas, San Juan de Aznalfarache, Tomares, Bormujos, Gines...), que pasaron a convertirse en ciudades dormitorio de la corona metropolitana hispalense.
En los últimos años, el "pelotazo" de la construcción generó un crecimiento urbanístico desmesurado y sin control alguno en el Aljarafe, donde pocas localidades se salvaron de que los ayuntamientos actuaran con la más absoluta irresponsabilidad, concediendo licencias de construcción a troche y moche, sin la más mínima planificación ni coordinación. De esta manera, haciendo cada ayuntamiento de su capa un sayo, los promotores urbanísticos fueron alicatando hasta el techo prácticamente todo el suelo disponible, extendiéndose en forma de metástasis un poblamiento monstruoso, lleno de casitas y chalecitos adosados o pareados, que ha sepultado los pueblos del Aljarafe, sobre todo cuanto más cerca de la capital se encuentren.

En mis fotos he procurado plasmar lo que queda aún del Aljarafe que yo conocí (fundamentalmente, desde Sanlúcar la Mayor hacia el oeste) frente a la realidad delirante y fantasmagórica de los adosados. Cuando escribo estas líneas, la crisis económica ha barrido de un plumazo el sueño del "pogreso" (como llamaba más de un alcalde al pelotazo urbanístico) y los ayuntamientos aljarafeños, muchos de ellos endeudados hasta las cejas, y no pocos con indicios claros de corrupción de los ediles, se enfrentan al problema irresoluble del mantenimiento de un tipo de poblamiento ajeno a la tradición mediterránea, y que supone un derroche estúpido de suelo y de recursos. No se trata solo de la destrucción de los paisajes agrarios y urbanos tradicionales: la nueva realidad, ese dédalo inextricable de carreteras, cruces y rotondas, resulta sencillamente insostenible, ya que este poblamiento disperso es un círculo vicioso en el que el tráfico privado es a la vez la única solución y el mayor de los problemas.

Friday, May 21, 2010

I hate Paris

En realidad, me gusta la canción de Cole Porter, pero no la ciudad. Mucha gente se lleva las manos a la cabeza cuando les digo que no me gusta París. La capital francesa está fírmemente arraigada en el imaginario colectivo como una de las ciudades más hermosas del mundo, y causa mucha extrañeza la disensión. Pues mire usted, no, no me gusta París. Ni una mijita. Hablamos, naturalmente, del París monumental, de la ciudad diseñada por el barón Haussmann a mayor gloria de Napoleón III y de la razón de Estado. La antigua ciudad medieval fue arrasada y en su lugar apareció la ciudad burguesa en todo su esplendor imperialista y un punto hortera. Sí, me parecen horteras esos monumentos grandilocuentes, esa escala monstruosa pensada para empequeñecer a las personas y exaltar el poder. Las ciudades medievales, qué duda cabe, tenían serios problemas de salubridad, pero estaban hechas a escala humana. Con el París de Haussmann, la ciudad dejaba de estar a la medida del hombre y pasaba a convertirse toda ella en un monumento, en un parque temático sobre el poder del Estado (de un estado burgués autoritario, racista e imperialista, para más señas). En París los bulevares se pensaron para los desfiles militares, o para las cargas de caballería. Su anchura inhumana tenía como objetivo, entre otros, dificultar las barricadas de 1830 o de 1848. Y qué me dicen del ojo del huracán de todo este urbanismo, de ese horrendo Arco del Triunfo? Cómo puede la gente admirar semejante espanto, levantado para glorificar el militarismo y el chovinismo?

Monday, May 17, 2010

Algunas publicaciones recientes

En mi web tengo una galería de recortes de publicaciones que procuro actualizar de cuando en cuando. En realidad, solo puedo mostrar allí una parte pequeña de lo que publico, ya que la mayoría de las agencias no te proporcionan copia de las publicaciones. Últimamente, me alegró bastante ver esta foto publicada en El País el domingo 21 de febrero:
También me ha llegado hoy este ejemplar de la revista británica Photo Plus (nº 29, de diciembre de 2009), donde publicaron un artículo a dos páginas con un texto y varias fotos mías. Se supone que soy el experto en fotografía arquitectónica de la revista! O así me dijo al menos su editor, Chris George.
Ambos recortes pueden apreciarse con un mejor tamaño en la galería de mi web.

Friday, May 14, 2010

Bretaña


Lo malo de viajar por la Europa civilizada es que tiene uno que volver al cafrerío ibérico, a este caos donde reinan el desmadre, el ruido, la fealdad y la suciedad.
Este verano visité Bretaña y a cada paso me decía por qué demonios no podremos nosotros mantener nuestra tierra así?
Bretaña es un país limpio y fresco, con un clima deliciosamente atlántico, con ciudades y pueblos bien conservados y cuidados con esmero por sus habitantes. Tan difícil es eso de conseguir entre nosotros? Parece que sí...
Por supuesto, hice miles de fotos de la formidable arquitectura que el país bretón nos ofrece.